Lecciones para ser aprendidas de la gestión de la emergencia del buque ‘Prestige’

08/12/2014 Por Alberto

El 13 de noviembre de 2002 el buque petrolero Prestige protagonizó un accidente marítimo frente a las costas gallegas con desastrosas consecuencias, provocando el vertido masivo de 76.972 toneladas métricas de fueloil pesado y generando 170.700 toneladas de residuos que quedaron esparcidos a lo largo de 2.980 kilómetros del litoral costero (desde la desembocadura del río Miño en Galicia hasta el Canal de la Mancha). Resultaron contaminadas 1.137 playas y 450.000 metros cuadrados de superficie rocosa impregnada de chapapote. A todo ello hay que añadir 526,3 toneladas de fuel en los fondos de la plataforma continental y el hundimiento del buque, el 19 de noviembre de 2002, a 3.500-3.800 metros de profundidad y a 138 millas de la costa gallega, junto con 14.950 toneladas de carga contaminante que llevaba en sus tanques, así como la muerte de 115.000 a 230.000 aves marinas, y cientos de cetáceos, focas, tortugas y nutrias, a lo que se suman los daños económicos derivados del perjuicio causado a las actividades pesqueras y marisqueras, así como el coste de restauración, descontaminación y gestión de residuos, que en total se ha cuantificado en casi 2.000 millones de euros. Pensemos que, según datos del Consorcio de Compensación de Seguros, el impacto económico de las emergencias y catástrofes en España asciende a 400 millones de euros al año; por lo que los daños económicos derivados del accidente del Prestige serían equivalentes a cinco años de catástrofes y emergencias.